Patrimonio Minero
La provincia de Jaén conserva una de las mejores colecciones de patrimonio y paisajes industriales históricos de toda Europa.
Este paisaje de antiguas minas y monte mediterráneo del antiguo Distrito Minero se extiende a ocho municipios:
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La actividad minera del distrito minero Linares–La Carolina se extiende a lo largo de 4.000 años, como demuestran las investigaciones arqueológicas. Su importancia fue tal que en el año 1.869 la producción de plomo superó a la de toda Inglaterra.
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Desde entonces asociaciones locales y ayuntamientos han comenzado la promoción de este interesante patrimonio.
En 1999 por la singularidad, abundancia y calidad de este paisaje minero industrial, expertos en patrimonio calificaron a la zona en la prensa británica, como “el secreto mejor guardado de Europa” (Europe´s best kept secret).
En toda la comarca minera se pueden encontrar restos de arqueología industrial de elevado interés, algunos ejemplos únicos en el mundo.
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Este conjunto disperso de edificios, estaciones de ferrocarril, casas de máquinas, chimeneas, cabrias y caminos, explican la historia de una de las zonas del sur de Europa en las que se desarrolló la Revolución Industrial, donde convivieron comunidades inglesas, belgas, francesas y españolas.
Esta combinación de historia y aprovechamiento de recursos naturales es un pretexto inmejorable para realizar visitas al paisaje de las chimeneas, al paisaje que da la bienvenida a los visitantes que llegan a Andalucía desde el norte.
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Este conjunto disperso de edificios, estaciones de ferrocarril, casas de máquinas, chimeneas, cabrias y caminos, explican la historia de una de las zonas del sur de Europa en las que se desarrolló la Revolución Industrial, donde convivieron comunidades inglesas, belgas, francesas y españolas.
Esta combinación de historia y aprovechamiento de recursos naturales es un pretexto inmejorable para realizar visitas al paisaje de las chimeneas, al paisaje que da la bienvenida a los visitantes que llegan a Andalucía desde el norte.
Actualmente en Linares ya se encuentran señalizadas algunas rutas de senderismo.
En la misma localidad se ha abierto recientemente el Centro de Interpretación del Paisaje Minero.
En otros municipios, como La Carolina, se ha comenzado a trabajar en proyectos de acondicionamiento de su patrimonio industrial y minero.
Distrito Minero Linares-La Carolina
La zona de influencia de nuestro trabajo de investigación se encuentra ubicada al noroeste de la provincia de Jaén y concretamente distinguido por dos subconjuntos con apreciables diferencias geológicas, donde se hayan las poblaciones de Linares y La Carolina, que dan nombre al Distrito minero de fama mundial, agregándose en él las poblaciones hermanas de Bailen, Baños de la Encina, Guarromán, Carboneros, Santa Elena y Vilches, conformando entre todos la extraordinaria historia minera de esta comarca que alcanzó las más altas cotas de producción mundial de galena en el siglo XIX
Hitoria
Durante el III y II milenios a.n.e., la cultura argárica, procedente de la costa mediterránea oriental andaluza, colonizó de forma sistemática el territorio de buena parte del Distrito, con un modelo de asentamiento bien estudiado que tenía como finalidad la explotación minera de los filones superficiales de cobre y la transformación metalúrgica de los minerales extraídos para conseguir el metal. Para ello se establecieron poblados y explotaciones en una red que se extendía desde grandes núcleos, situados junto a lo que hoy son Bailén y Linares, ascendiendo por los cauces de los ríos que fluyen desde Sierra Morena. De esta forma, la zona de El Rumblar se convirtió en un gran centro de actividad minera y metalúrgica.
Más tarde, los íberos continuaron la explotación de las minas, trabajando además del cobre los filones de plomo, pues ya conocían la tecnología necesaria para su obtención. Precisamente, la ciudad de Cástulo, junto a la actual Linares, era la capital de la Oretania y de su importante distrito minero. La conocida riqueza en minerales metálicos hizo que tanto los Cartagineses como los Romanos buscaran la asociación con el pueblo íbero para explotar las minas. Aníbal llegó a tomar como esposa a Himilce, hija del rey oretano, para sellar los acuerdos comerciales y mineros.
Tras su victoria en la II Guerra Púnica (218-201 a.n.e), Roma extendió su dominio sobre la zona, estableciendo multitud de explotaciones mineras, tanto cerca de Linares (Arrayanes, La Cruz, etc.), como en Sierra Morena (El Centenillo, Salas de Galiarda, etc.), donde la actividad extractiva y metalúrgica fue muy intensa y tuvo una gran importancia, tal como se describe en escritos de Plinio y Estrabón y se ha comprobado a través de restos arqueológicos hallados en diferentes estudios e investigaciones. Los Palazuelos, Salas de Galiarda, Escoriales, El Centenillo (Cerro del Plomo) y el Cerro de las Mancebas son ejemplos de poblados romanos mineros fortificados, que tenían su capitalidad en la ciudad de Cástulo, cuyos trabajos aún perduraban hacia finales del Imperio Romano, siglo V d.C.
Sobre la explotación de las minas durante la dominación árabe y la Edad Media no se tienen muchas referencias. Sin embargo, los registros encontrados relativos a concesiones mineras en la zona en 1563 permiten suponer que siguieron realizándose actividades extractivas en la comarca. A partir de 1749, cuando la corona española decide establecer actividad minera en el Distrito y escoge la Mina de Arrayanes, la minería sufre un nuevo e importante impulso, que también supuso la llegada a nuestra zona de técnicos y trabajadores especializados, formados generalmente en las minas de Almadén.
Pero nuestro Distrito vivió el verdadero “boom de la minería” a partir de la segunda mitad del siglo XIX, propiciado por la importación de la tecnología del vapor desarrollada en Cornwall. En 1849 se instala en Pozo Ancho la primera máquina de vapor de bombeo de la que tenemos noticia; y su eficacia provocó, en breve plazo, que una gran proporción de nuestras minas se equiparan con estas gigantescas instalaciones técnicas. Esto tuvo efectos enormemente relevantes, y convirtió el distrito en uno de los mayores exponentes de lo que llegó a ser la Revolución Industrial en Andalucía.
Elementos del Patrimonio
Casa de máquinas de bombeo “Bull”
Para favorecer o ralentizar la combustión se utilizaba un tiro en el conducto posterior de salida de humos, que se podía accionar desde la parte delantera por una cadena guiada con poleas. Un conducto colector recogía los humos procedentes de la combustión en los distintos hogares y los conducía hacia la chimenea
Casa de máquinas de bombeo Cornish.
Este tipo de construcción responde al modelo tecnológico de explotación común a mediados del siglo XIX, caracterizado por la instalación de máquinas de vapor en cada uno de los pozos principales de la mina, al objeto de bombear al exterior el agua de las galerías.
Las máquinas, de cilindro vertical y balancín, evolucionadas de los primeros modelos de Watt o Newcomen, se ubicaban en las construcciones situadas frente a la boca del pozo, de tal manera que el balancín pivotara sobre el muro frontal y su extremo se situara aproximadamente en el eje del pozo.
Las casas de máquinas de bombeo tenían la misión más importante de entre las que permitían el laboreo de las minas, esto es, sacar el agua que inundaba las galerías desde los niveles freáticos (capas subterráneas de materiales permeables). Estas casas, por lo tanto, albergaban en su interior las máquinas de vapor más potentes y su funcionamiento era continuado, en todas las épocas del año y todas las horas del día, para evitar las citadas inundaciones. Esta es la razón de que debieran ser muy fiables y robustas, para asegurar que sus gruesos y bien construidos muros absorbían las enormes cargas y vibraciones derivadas del funcionamiento de las máquinas.
La casa de máquinas tipo Cornish es de planta rectangular y tiene huecos en sus cuatro costados. El muro de mayor espesor es el frontal, ya que servía de apoyo del balancín. Sus dimensiones estaban condicionadas por éste y por las del cilindro de empuje. En nuestra comarca los muros de carga fueron fabricados con sillares de arenisca o pizarra, aunque se conserva una casa con muros enteramente de granito y hay otras que tienen el muro frontal de este material. En el interior había uno o dos niveles, formados con vigas y suelos de madera, que permitían el acceso de los maquinistas a las distintas partes de la máquina
El muro posterior tenía siempre un hueco en forma de arco cuyas dimensiones debían permitir introducir el cilindro en el interior y que resulta ahora de gran valor para poder identificar el tamaño de la máquina que cada casa albergaba. Las casas se diseñaban y construían por técnicos especializados, a medida de la máquina que iban a alojar, aunque en ocasiones sufrían modificaciones posteriores.
El tejado más comúnmente empleado era la cubierta a dos aguas de teja plana en S, sujeta a correas de madera. Sin embargo, conservamos fenomenales ejemplos de casas que fueron cubiertas con chapa metálica ondulada formando un tejado curvo.
Casa de calderas
Las casas de calderas albergaban en su interior los hogares donde ardía el combustible sólido (leña o, principalmente, carbón) y las grandes calderas donde se calentaba el agua y se producía el vapor con el que se alimentaba a los cilindros. Se situaban junto a las casas de máquinas y tenían adosada una chimenea para evacuar los humos producidos en la combustión.
Para aportar el vapor necesario para accionar los cilindros de las máquinas de bombeo eran necesarias más de dos calderas, que se alojaban por lo general en la misma casa, con sus respectivos hogares. Son muy frecuentes los casos de casas para cuatro o cinco calderas. El vapor producido era recogido por un mismo conducto de salida que los llevaba hacia la casa de máquinas y que podía tener una bifurcación para permitir una salida al exterior para aliviar presión o evacuar el vapor en caso necesario.
En las casas de calderas los muros no recibían más carga que la de su peso propio y el de la cubierta, por lo cual eran menos robustas que las casas de máquinas. Esto ha dado lugar a que se conserven menos restos de ellas (generalmente encontramos restos de casas de máquinas y chimeneas). Tenían un muro con huecos ciegos que se podían abrir cuando se necesitaba sacar o introducir una caldera.
Casa de máquinas de bombeo “Bull”
En nuestra comarca se conserva uno de los ejemplos más significativos y tal vez de valor único de otro tipo de casa de máquina, la denominada “Bull”. En ella el cilindro se situaba invertido, suspendido sobre el pozo sobre vigas de madera. En esta posición empujaba al balancín o tiraba de él directamente para elevar el peso de la barra de bombas. Por ello, también se llamaron este tipo de máquinas “de acción directa”. Aunque ahora solo queda la casa de máquinas del Pozo San Andrés, de tipología muy diferente a las Cornish y de un espléndido aspecto, está registrada la existencia de otra máquina de este tipo en Pozo Ancho, que fue importada de Inglaterra en 1863.
Las casas Bull son menos robustas y voluminosas que las Cornish, elevándose a una altura considerablemente menor. La de San Andrés, además, presenta la característica de no estar construida con piedra, sino con ladrillo rojo, al no ser necesaria una resistencia tan grande. El muro frontal se levantaba sobre el pozo, salvándolo mediante un hueco rematado en arco de medio punto, pero sin la característica abertura superior para el balancín. En su interior había distintos desniveles para facilitar el movimiento del balancín y el muro de apoyo de la articulación de éste era interior, independiente de los muros exteriores y mucho más bajo.
El balancín se diferencia del de las máquinas Cornish, fundamentalmente por un contrapeso situado en el brazo posterior, que ayudaba al cilindro, colgado de unas vigas sobre el pozo, a tirar hacia arriba. Por ello, sobresale de la casa por la parte posterior, donde un hueco permitía el movimiento oscilante de dicho contrapeso.
Chimeneas
Ésta era generalmente de base circular y se construía con sillares de piedra, aunque muy frecuentemente encontramos que la parte superior está terminada con ladrillo, bien porque se hicieran alargamientos posteriores (para mejorar la combustión de carbón de menor riqueza), o bien porque era más fácil rematar la parte más estrecha con estas piezas de menor tamaño que los sillares. Se situaban normalmente cerca de una esquina de la casa de máquinas, aunque hay restos en los que la chimenea está adosada a la casa de calderas o, incluso, otros en los que está aislada en una elevación en terrenos de orografía irregular.
Casa de máquinas de extracción
Para elevar cargas de material a lo largo del pozo principal se utilizaban en un principio los malacates (cilindros en los que se enrollaba una cuerda y que eran accionados por animales de tiro) o incluso los tornos de accionamiento manual. Sin embargo, paulatinamente fueron sustituidos por máquinas de vapor, que accionaban uno o dos cilindros de bobinado horizontales. Se situaba esta máquina en casas más pequeñas, de estructura similar a las descritas, que se colocaban en ángulo recto o en posición opuesta a la máquina de bombeo.
El modelo más antiguo era una máquina de balancín, muy parecida a la de bombeo pero más pequeña, que accionaba una biela enganchada a una manivela dispuesta en un gran volante de inercia. De esta forma se conseguía hacer girar un eje horizontal. Más adelante se emplearon máquinas de cilindro simple o doble dispuesto horizontalmente. Anexa a la casa se construía una estancia para alojar una caldera, que producía el vapor necesario para accionar la máquina de extracción.
Cabrias de mampostería.
También podemos encontrar en la zona un buen número de cabrias constituidas por muros de piedra, como las de la Mina La Gitana o la del Pozo de San Miguel.
La función de estas estructuras es la de sostener las poleas de circulación de los cables de tracción encargados de subir y bajar las jaulas a lo largo del pozo. Dichos cables eran enrollados en malacates (grandes tornos) accionados por transmisiones de biela-manivela movidas por las máquina de vapor situada en la casa de máquinas.
Un gran número de cabrias cuentan con un castillete cubierto que tenía la finalidad de proteger las poleas, los operarios que realizaran operaciones de mantenimiento y la boca del pozo.
Cabrias metálicas
Su función era garantizar que la cadena o cable de arrastre colgaba sobre el pozo principal y permitir su recogida en el tambor, subiendo y bajando una serie de contenedores para el mineral. Inicialmente se emplearon estructuras de madera, pero a partir de mediados del siglo XIX se sustituyeron algunas por otras construidas de acero, constituidas por barras roblonadas
Se situaban sus soportes alrededor del pozo y las poleas superiores se alineaban con la parte del hueco del pozo que dejaba libre el conjunto de bombeo. Para evitar que los contenedores golpearan en las paredes del pozo se empezó a guiar su ascenso o descenso con unos cables laterales. Más adelante se sustituyeron por vigas de acero y los contenedores dieron paso a las jaulas.
Un ejemplo singular aún se conserva en la Mina Antoñita del Grupo Cobo. Según expertos británicos, esta cabria es la única que se conserva de cuantas se fabricaron por la empresa Penryn Foundry & Engine Works of Nicholas Sara and John Burgess.
Esta compañía trabajó entre 1851 y 1887 en Penryn cerca Falmouth Cornwall.
Tal vez lo más sorprendente es que se encuentre en un buen estado de conservación, dada su edad.
Esta compañía trabajó entre 1851 y 1887 en Penryn cerca Falmouth Cornwall.
Tal vez lo más sorprendente es que se encuentre en un buen estado de conservación, dada su edad.
Estas estructuras trianguladas se construían con distintos perfiles unidos mediante roblonado. Su sustentación se realizaba en cimientos mediante placas de anclaje de pletina gruesa y pernos anclados en el hormigón y roscados en su parte superior, que sujetaban la placa mediante tuercas.
Centrales eléctricas
La modernización incesante de la actividad minera provocó la sustitución del vapor, que aportaba inicialmente la energía necesaria para la mover la maquinaria, por la electricidad.
Esto facilitó nuevos avances tecnológicos, así como la mejora de las condiciones de trabajo.
En 1913 la Compañía Mengemor comenzó el abastecimiento y se acometió la electrificación de las instalaciones.
Después se fundía y se fabricaban distintos productos.
Esto se hacía en los talleres de planchas, con máquinas laminadoras, y tubos, mediante extrusionadoras, o en la obtención de lingotes para otras industrias metalúrgicas.
La Fundición de La Tortilla en 1885 se convirtió en la más avanzada e importante del distrito minero y la única en Europa en completar en el interior de su establecimiento todo el proceso de fabricación del plomo. Todos los productos, una vez preparados para su transporte, eran subidos a vagones de ferrocarril en los muelles de carga de la propia Fundición.
Inicialmente la producción de energía eléctrica estaba muy localizada en las cercanías de los puntos de consumo, por la dificultad de transportarla a grandes distancias sin pérdidas. Así surgieron las “fábricas de electricidad”.
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Desde 1921 la Compañía Linarense de Electricidad dispuso de la central eléctrica “El Arquillo”, próxima a la estación Linares-Baeza. Inicialmente era solo hidráulica, usando como generadores turbinas impulsadas por la corriente del río que aprovechaban una presa de 150 m. con un salto de 7 m. en el río Guadalimar.
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Al aumentar el consumo eléctrico por la progresiva implantación, principalmente en la industria y el transporte, la central tuvo que recurrir también a la generación térmica de electricidad, especialmente por la disminución de caudal del río en verano.
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Aunque todas las empresas mineras contrataron el suministro eléctrico, algunas de ellas construyeron sus propias centrales térmicas para generación de electricidad, a base de calderas y máquinas de vapor. En La Carolina, El Guindo dispuso de su propia central eléctrica; en Linares aún se conserva el edificio de la central eléctrica en el tercio San José de la Mina de Arrayanes, en el que funcionaron generadores diesel.
La electrificación de la minería abarcó todas las etapas del proceso productivo: desde la extracción, el desagüe con bombas, la perforación por aire comprimido, la tracción para transporte, la iluminación, los trabajos de preparación mecánica, talleres de reparaciones, etc. Esto fue especialmente empleado en instalaciones mineras alejadas de las grandes áreas de población, como en la minas de Sierra Morena
En Linares llegaron a funcionar seis fundiciones importantes (La Cruz, Arroyo Hidalgo, La Esperanza, La Fortuna, La Tortilla y San Luis), otras tres en La Carolina y una más en Guarromán.
En ellas el mineral de galena era sometido a un proceso metalúrgico para obtener el plomo.
En ellas el mineral de galena era sometido a un proceso metalúrgico para obtener el plomo.
El mineral llegaba a la Fundición ya triturado y se le sometía a una sucesión de procesos para separar el plomo.
En primer lugar se procedía a la calcinación, para eliminar el azufre, obteniendo un conglomerado del que después se obtenía la primera fundición en los hornos escoceses.
Más tarde se fundían los plomos argentíferos en los hornos de copela para obtener la plata.
En primer lugar se procedía a la calcinación, para eliminar el azufre, obteniendo un conglomerado del que después se obtenía la primera fundición en los hornos escoceses.
Más tarde se fundían los plomos argentíferos en los hornos de copela para obtener la plata.
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Esto se hacía en los talleres de planchas, con máquinas laminadoras, y tubos, mediante extrusionadoras, o en la obtención de lingotes para otras industrias metalúrgicas.
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Uno de los elementos más singulares de la fundición era la torre de perdigones, en la que se fabricaba la munición. En nuestra comarca se conservan cuatro restos de interés. En la estancia superior de la torre se fundía plomo en dos crisoles.
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El plomo líquido se vertía en chapas con agujeros de un determinado calibre.
Las gotas se enfriaban en la caída, formando esferas, para lo que se añadía arsénico al plomo.
En el fondo del pozo se recogían los perdigones en un cajón con agua.
Después se clasificaban, eliminando los de forma irregular y agrupando por tamaños los de forma esférica, primero mediante planos inclinados separados por canales y más tarde por clasificadores de vibración.
Lavaderos de mineral
Estas instalaciones tenían la finalidad de ir triturando el mineral extraído de la mina para facilitar la separación del que contenía la ganga. Se construían en desniveles del terreno que facilitaban el desarrollo de las sucesivas etapas de ese proceso y contenían maquinaria para trituración y molienda, para separación y de transporte.
Aunque en muchas minas el mineral era sometido a un primer proceso de lavado con medios propios, lo más generalizado era su transporte hasta grandes instalaciones que concentraban el procedente de diversas compañías.
En todos los casos, junto a los restos de las edificaciones se conservan los depósitos de material sobrante. Por un lado, las escombreras, o diques de estériles gruesos, donde se acumulan los restos de mediano tamaño de piedra que no contiene mineral. Por otro lado, los diques de estériles finos, donde se han depositado los granos más finos procedentes de los tratamientos por flotación.